Tumores oculares infantiles
     
  Los tumores oculares, tanto en el niño como en el adulto, son muy variados, pudiendo tener naturaleza y comportamientos muy dispares. Afortunadamente son muy infrecuentes los tumores malignos como el retinoblastoma y el rabdomiosarcoma. Su tratamiento va a combinar, según el caso: cirugía (a veces implica la pérdida del globo ocular), radioterapia, quimioterapia, tratamiento con láser, etc…

No son tan raros en los niños los tumores oculares benignos. Los más frecuentes son el hemangioma capilar palpebral y el tumor o quiste dermoide en conjuntiva, párpados u órbita.

Los hemangiomas capilares son masas de color rojo a azulado (según la profundidad) que suelen aparecer a las pocas semanas o meses del nacimiento, con un crecimiento inicial rápido hasta aproximadamente los 18 meses de vida y que tienden a regresar espontáneamente en los 5 a 6 años siguientes. Sólo precisarán tratamiento si, por su localización y tamaño, impiden una buena apertura ocular y desarrollo de la visión, o por motivos estéticos. El tratamiento se realizará con corticoides inyectados en la lesión o por vía sistémica, para acelerar su involución.

Los quistes dermoides son masas redondeadas, indoloras, de consistencia firme y elástica, de aspecto blanco amarillento (a veces pueden verse pelos), que están presentes desde el nacimiento y tienden a crecer lentamente. En el caso de que se localicen junto al hueso, tienden a erosionarlo. El tratamiento se realiza mediante extirpación quirúrgica. La edad de indicar la cirugía es variable, pero suele esperarse a que el niño tenga al menos 8 años, a menos que esté obstaculizando mecánicamente el desarrollo normal de la visión o de algún otro tipo de complicación.